jueves, 24 de noviembre de 2011

Transmutaciones.


¡Esta vida es una cosa absurda! ¿Cuál es la causa final de la vida? No lo sabemos: unos hombres vienen después de otros hombres sobre un pedazo de materia que se llama mundo. Luego el mundo se hace inhabitable y los hombres perecen; más tarde los átomos se combinan de otra manera y dan nacimiento a un mundo flamante. Y, ¿así hasta lo infinito? Parece ser que no; un físico alemán (porque los alemanes son los que saben estas cosas) opina que la materia perderá al fin su energía potencial y quedará inservible para nuevas transmutaciones. ¡Digno remate! ¡Espectáculo sorprendente! La materia gastada de tanta muchedumbre de mundos, permanecerá (¿dónde?) eternamente como un inmenso montón de escombros... Y esta hipótesis (digna de ser axioma) que se llama la entropía del universo, al fin es un consuelo; es la promesa, un poco larga ¡ay!, del reposo de todo, de la muerte de todo.
En días como este, yo siento ansia de esta inercia. Mi pensamiento parece abismado en alguna cueva tenebrosa. Me levanto, doy un par de vueltas por la habitación, como un autómata; me siento luego; cojo un libro; leo cuatro líneas; lo dejo; tomo la pluma; pienso estúpidamente ante las cuartillas; escribo seis u ocho frases; me canso; dejo la pluma; torno a mis reflexiones... Siento pesadez en el cráneo; las asociaciones de las ideas son lentas, torpes, opacas; apenas puedo coordinar una frase pintoresca... Y hay momentos en que quiero rebelarme, en que quiero salir de este estupor, en que cojo la pluma e intento hacer una página enérgica, algo fuerte, algo que viva... ¡Y no puedo, no puedo! Dejo la pluma; no tengo fuerzas. ¡Y me dan ganas de llorar, de no ser nada, de disgregarme en la materia, de ser el agua que corre, el viento que pasa, el humo que se pierde en el azul!."
"La voluntad" - Azorín

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